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El Ojo de Sevilla

18 septiembre 2007

Ya que mi tiempo es escaso en las ultimas semanas, con su permiso, don Antonio, pego aquí su artículo de hoy. Espero algún día saber la mitad de la mitad de la cuarta parte de lo que sabe usted de Sevilla.
Un saludo.










Gorigori por el Bar Laredo


La frase guasona de la transición, «¿diseñas o trabajas?» hay que cambiarla ahora en Sevilla por esta otra: «¿Diseñas o destruyes?» Lo malo es que te responden:
-Las dos cosas. Diseño una ciudad nueva de pieles sensibles para sevillanos insensibles que se extasían ante las catetarias. Diseño plazoletas, de donde destierro para siempre el albero y los bancos de toda la vida y las dejo todas como la Plaza de la Pescadería, donde está vendido todo el pescado de las perrerías contra Sevilla. Eso en cuanto a diseñar. Y en cuanto a destruir, destruyo todo lo que se me ponga por delante y que suene a rancio, solo o en compañía de otros, que para algo soy de la Clase Creativa.
La Clase Creativa tiene ahora la piqueta. Se la quitó a Pavón por el procedimiento del tirón. Pavón era un derribista de derechas. Derribista del franquismo. Estos se están cargando a Sevilla en nombre de la democracia, la modernidad y el progreso, tal como el alcalde García de Vinuesa echó abajo las murallas y sus puertas. Lo último que se han cargado (por ahora) ha sido el interior del Bar Laredo. Por paniaguado interpuesto, pero se lo han cargado. Han dejado el Laredo como la palma de la mano. Claro: era tan rancio todo lo que había mantenido Rodrigo Díaz, legado por su padre el montañés... Ellos sí que lo van a poner bonito y turístico, a juego con las catenarias.
No tienen ni idea de la historia contemporánea de Sevilla, aparte de muy mal gusto. Con el Bar Laredo vaciado completamente se han cargado la más representativa de las obras de decoración que nos quedaban del pintor Juan Miguel Sánchez, académico de Bellas Artes, el que está retratado junto con Bandarán y con el autor del cuadro en «Los patronos del Museo», de Alfonso Grosso. (Bueno, sí, queda una obra decorativa de Juan Miguel: el interesante paso de palio de la cofradía de Los Negritos, que llaman «orientalizante» y que fue una innovación en su momento, lo «juanmiguelino» renovador frente a lo juanmanuelino tradicional. Y quedan sus frescos de la Estación de Autobuses del Prado.)
La biografía de Juan Miguel Sánchez, nacido con el siglo en El Puerto de Santa María, es un paradigma social de las Bellas Artes en la Sevilla del XX. Comenzó como pintor de vanguardia, y por ejemplo su cartel de Semana Santa de 1931 es el más avanzado de cuantos se han pintado. Tras la guerra civil, igual que los arquitectos de la llamada «vanguardia imposible», se tuvo que plegar a la estética conservadora y academicista de los vencedores. Y siendo tan gran pintor, en aquella Sevilla de las riadas, los corrales, los desfiles y las camisas azules se tuvo que ganar la vida como decorador de establecimientos comerciales. En los que, paradójicamente, sí pudo hacer vanguardia, «art decó» perfecto, racionalismo de interiores, mientras que con los pinceles tenía que plegarse al gusto dominante.
Juan Miguel Sánchez cambió los gustos del viejo comercio sevillano con su empresa «Decoración Sánchez Gómez», que fundó en sociedad con Manuel Gómez Moreno. Aunque destruidas en su mayor parte, estas decoraciones «art decó» marcan una vanguardia. De Juan Miguel era el Bar Plata, en Martín Villa; la horchatería Fillol de la Avenida; los Almacenes Iñiguez de la calle Velázquez; la Peletería Reyes de la calle Francos; la perfumería Bella Aurora de Hernando Colón; la farmacia racionalista de Francos esquina a San Isidoro; o los frescos del Cine Bécquer. Y el Bar Laredo, su gran obra, firmada y fechada, de la que ahora han destruido hasta el último espejo, la última madera, la última escayola. Una obra, por cierto, donde Juan Miguel contó con la colaboración del pintor Juan Ruesga Salazar, el ceramista de los retablos comerciales de Deportes Z en Sierpes.
El racionalista Bar Laredo era un monumento vivo de aquella Sevilla que por lo visto hay que borrar a cualquier coste. Somos tan catetos e incultos que no sólo nos estamos cargando lo tradicional, sino incluso la vanguardia. Un día de éstos somos capaces de derribar la Casa Duclós de José Luis Sert en Nervión. Igual valor de época tenía el interior que Juan Miguel Sánchez diseñó para el Laredo y, ya ven, se lo han cargado. En nombre de la modernidad precisamente.

Antonio Burgos

4 Comments:

Blogger el aguaó said...

No se debe confundir la 'modernización' con la 'destrucción'. Hay que evolucionar sin destruir, aunque parece ser que esto no se entiende.

Un abrazo.

martes, 18 septiembre, 2007

 
Blogger yogurblanco said...

Este Antonio Burgos es una alcahueta rancia y reprimida que con sus pataletas y críticas destructivas lo único que consigue es darnos la razón a los que creemos que Sevilla debe y está convirtiéndose en una ciudad moderna, con más atractivos turísticos que nunca que ahora también se extienden a los sevillanos.

Por mí que se muera de rabia.

martes, 18 septiembre, 2007

 
Blogger yogurblanco said...

Yo todavía no he presenciado ningún derribo. Ahora bien, si tenemos que hacer que el tranvía conviva con coches de caballos por la Constitución apaga y vámonos. Si montamos tal pollo por unas farolas y no tenemos en cuenta que la catedral va a lucir más blanca que nunca aunque durante unos meses vayamos a tener unas catenarias pues entonces no es que crea que se puede modernizar sin destruir, es que más le hubiera gustado que Sevilla se hubiera quedado en los años franquistas con Queipo de Llanos regalándole cosas a las vírgenes.

Una modernización no se puede llevar a cabo sin cambios, lo que no se puede tampoco hacer es ser tan críticos con cada acción que el ayuntamiento lleva a cabo sin proponer alternativas, eso es criticar por criticar y no lleva a ningún sitio.

Antonio Burgos es el demagogo más barato de cuantos fachas pueblan el ABC.

martes, 18 septiembre, 2007

 
Blogger El Ojo de Sevilla said...

"Sevilla lo mejó der mundo"...
Quizá habría que conocer más ciudades antes de valorar la nuestra.
Decir cosas como las que dices, Yogurblanco, es simple y llanamente darme la razón en lo que digo siempre: en esta ciudad se permite hacer-deshacer lo que sea (¡lo que sea!) mientras sean unos y no otros lo que hagan-deshagan; en cambio, como sean otros y no unos... ¡el grito en el cielo!
Utilizar por otro lado términos como los que utilizas es, cuanto menos, rancio y desfasado.

miércoles, 19 septiembre, 2007

 

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