"El Parasol es un escándalo: privatiza y vulgariza el uso del espacio público"
El británico, uno de los más influyentes expertos en arquitectura contemporánea, critica la reforma de la Encarnación y el rascacielos Torre Cajasol · Reivindica la modernización urbana a partir de la cultura
De Curtis se dice que es, a la arquitectura, lo que Harold Bloom a la literatura: un hombre capaz de hacer el canon perfecto. Su ensayo La arquitectura contemporánea desde 1900 (Phaidon) es una especie de Biblia tácita de este oficio ególatra, atrevido y fascinante que consiste en construir, como dejara dicho Le Corbusier, máquinas de emocionar. Edificios. Acaso artefactos.
-¿Desde cuándo no venía?
-Estuve hace seis años. Antes había venido en 1992 para un congreso.
-¿Nota muy cambiada la ciudad?
-El recinto de la Muestra me parece que es un Luna Park. Un sinfín de proyectos reconvertidos en parque tecnológico y sin identidad urbanística. El 92 resultó una oportunidad perdida para Sevilla. En aquel momento los políticos creían tocar el futuro, pero se les quedó viejo muy pronto. Han quedado algunos edificios interesantes, pero yo no veo coherencia. En cuando al resto de la ciudad, parece que aquí sucede como en otros sitios históricos. Hay dos extremos: quienes quieren preservarlo todo por un discurso patrimonial y los que sostienen que hay que poner a Sevilla en el mapa global. Ninguna de ambas posiciones son muy inteligentes.
-¿Por qué?
-Porque las ciudades crecen y cambian. Los edificios modifican su uso a lo largo de la historia. Para modernizar una ciudad la forma inteligente de hacerlo es respetando lo antiguo pero sin copiarlo, sin convertirlo en caricatura. Mediante una reinterpretación de los motivos tradicionales. El problema radica en cómo poner juntas las cosas antiguas y las nuevas y en cómo reutilizar las viejas. Es evidente que a veces hay que cambiarlas, pero sin caer en lo kitsch. Existe la creencia de que la posición de Sevilla entre las urbes globales mejorará por hacer edificios espectaculares y poder enseñar a la prensa argumentando que son obras del star system arquitectónico. Es lo que hace diez años pasó en Bilbao. Esto es muy naïf. Primero porque no siempre funciona y, segundo, porque la forma de producir arquitectura de estas megaestrellas provoca hiperproducción. Trabajan en 25 ciudades al mismo tiempo. Su trabajo sólo consiste en ofrecer una determinada imagen. No implica buena arquitectura ni buenos lugares. Son, digámoslo así, meras atracciones.
-Pues aquí César Pelli planea a construir un gran rascacielos.
-Los rascacielos no son necesarios en Sevilla. Es poco inteligente por el tipo de clima y el paisaje. Si se trata de concentrar a la gente en un mismo lugar, puede hacerse igual con edificios a menor escala y más sostenibles. Reinventando los patios, los jardines, las terrazas. Haciendo urbanismo. Ideas antiguas pueden reinterpretarse en edificios nuevos. Los rascacielos consumen mucha energía porque reciben mucho calor y mucha luz. La única razón para hacerlos es la idea de que se obtiene prestigio gracias a su imagen. Pero para mí el prestigio real consiste en producir edificios inteligentes, útiles y hermosos, acordes con la naturaleza. Hay que aprender del 92: la gente decía "Ya somos modernos", pero todo eso quedó pronto desfasado.
-¿Por qué tantas ciudades buscan un sitio en el mapa global incluso a costa de su propia destrucción?
-Para contestarle a eso tendría que explicarle que, cuando por primera vez llegué a Andalucía, lo hice a partir de los referentes de México y el norte de África. Siempre digo que es la mejor manera de entender esta región, que es como una bella durmiente porque hay cosas muy potentes en su arquitectura: la forma de construir espacios, el uso del agua. Con ellos se puede hacer una inteligente combinación de lo tradicional y lo moderno.
-Yo le preguntaba por el afán de cambio de ciertas urbes medias
-Sí, claro. Es muy preocupante esta tendencia provinciana que consiste en creer que se forma parte del mundo sólo por tener obras de determinados arquitectos. Es un viejo problema de las ciudades históricas con patrimonio abandonado, como Sevilla. Aquí pudo haber pasado como en Italia: un país desestructurado con áreas con diferentes grados de desarrollo. Traer el AVE primero aquí fue muy inteligente, pero creo, honestamente, que la Cartuja fue una oportunidad perdida: sólo ha generado una sucesión de objetos, un territorio donde no se piensa en el espacio público. En cambio, la herencia del 29 es excelente: es una parte de la ciudad por la que pasear es un placer. Y se hizo con materiales sevillanos y con profusión de parques.
-Hay quien no está de acuerdo en mimetizar esta tradición otra vez.
-Bueno, generalmente existe una idea de lo tradicional bastante superficial, decorativa. No se sabe en realidad qué es lo relevante del pasado. Hace veinte años lo que voy a decir quizás se viera romántico pero vivimos en un mundo que necesita equilibrio, especialmente con la naturaleza. Esto tiene que ser tenido en cuenta por la arquitectura. Los edificios de cristal no son una solución. Es mejor recuperar lo bueno de la tradición con las formas contemporáneas. Se trata de entender los principios y ser capaces de trasladarlos al presente.
-¿Le gusta la Torre Cajasol?
-Está muy cerca de la Giralda. Y, además, el argumento de lo icónico es muy falso y débil. Las inmobiliarias siempre usan esta táctica. En Barcelona, por ejemplo, la torre de Jean Nouvel es un edificio feo e inútil. Pero sus promotores siempre han dicho que está diseñada en relación con la Sagrada Familia. No es cierto: son objetos muy diferentes porque uno es secular y el otro sagrado, como un minarete. Son criaturas distintas con significados distintos. No se trata ya de las alturas, sino de significados simbólicos. Sevilla tiene ya la Giralda. Está muy bien. No hay necesidad de un rascacielos. Probablemente hacer edificios bajos, como lo que ha diseñado Richard Rodgers en Palmas Altas, es más inteligente.
-¿Las firmas arquitectónicas sirven para ocultar todo esto?
-Tiende a creerse que si contratas a una estrella tendrás todo arreglado. No es cierto. Suelen generar problemas dramáticos. Un ejemplo es el de Córdoba con Rem Koolhaas. Su Palacio de Congresos está fuera de escala. Es una catástrofe igual que la Ciudad de la Imagen de Eisenman en Galicia. Algo faraónico. Muchos andan buscando el efecto Bilbao pero realmente estos edificios no tienen función y cuestan un dineral. En mi opinión, ese star system de arquitectos está en crisis. Cuando Gehry hizo su proyecto para Bilbao le dije que su propuesta era interesante, sobre todo por su vertiente escultural. "Pero veamos cómo lo construyes y si no da problemas", le dije. No es una obra maestra. Es interesante pero no hay que exagerar. También genera problemas: su espacio interior es demasiado banal. Todo esto, en todo caso, es culpa del Premio Pritzker, que no es más que una forma de hacerse promoción. Gehry ha hecho buenos edificios y otros malos. Lo mismo que Moneo: su museo de Mérida es maravilloso, pero el aeropuerto de Sevilla es horrible. Pero como ambos tienen un Priztker, todo se da por bueno. La responsabilidad no es sólo del arquitecto, sino de esa tendencia de la que hablábamos, la que dice: "somos una ciudad provinciana y debemos meternos en los flujos globales". Y lo hacen sin ideas, sólo por hacerlo.
-¿Este fenómeno es inevitable?
-Tiene que ver con la globalización y el flujo de capitales. Con la plutocracia, en definitiva: la economía mundial cambia en minutos gracias a los ordenadores y las ciudades son puntos de una red donde operan los grandes capitales. La arquitectura es su espejo. Mira Londres, por ejemplo. Cuando era estudiante podía vivir en el centro de la ciudad con once libras a la semana. Ahora es imposible. Para la máquina del capitalismo la arquitectura es una forma más de hacer dinero. Y esto sucede en un momento de la historia en el que la gente sabe el precio de todo pero desconoce el valor real de las cosas. Otro caso: el Forum de Barcelona. Ni siquiera tenían que construirlo. Simplemente publicitaban: "tenemos un proyecto de fulanito y una parcela libre en Barcelona". Y la gente invertía. Necesitaban atraer la atención durante un momento. Ya lo dijo Warhol: "todo el mundo tiene derecho a su minuto de fama". Las ciudades se conforman con ser famosas un cierto tiempo para atraer dinero. Igual que pasa con la comida basura. Construir una urbe es una cuestión muy lenta, requiere paciencia, entender el sitio. Estas construcciones de las que hablo están vacías, no dan nada. Pongamos los pies en el suelo.
-¿Qué es lo que habría que ponderar para decidir si hace falta acometer o no estos proyectos?
-Lo importante es la calidad de vida de la gente. Que tengan sitios donde vivir bien. Hay que tener en cuenta la cultura de cada lado. No es lo mismo un sitio que otro. Y es esencial cuidar los espacios públicos. Cada vez que vengo a esta parte de España me sorprende la vegetación, el agua, la sombra; cosas todas ellas antiguas que puedes usar también ahora. No hay que ser sensacionalista con el espacio público.
-¿Le gusta la reforma de la plaza de la Encarnación?
-Está un poco fuera de escala (risas). En serio: es una especie de gesticulación del todo innecesaria. Realmente es como Disney, pero un viejo Disney. Resulta ser todo un escándalo: vulgariza y privatiza el espacio público. Destruye la ciudad, igual que Les Halles en París. ¿Quién necesita esto? Lo importante en arquitectura no son los nombres, sino los proyectos. Vuelvo a Londres: todo su modelo es convertirse en una capital financiera mundial. Al resto de asuntos los despachan diciendo: "Buena suerte". Con el salario de un profesor es imposible vivir en Londres. El tren es muy caro, el Metro también. Y todo esto lo hace, como aquí, un gobierno de izquierdas. En Chelsea se están rehabilitando casas a 12 millones de libras cada una. ¿Para quién son? Esto es la plutocracia. Sevilla no tiene que estar metida en ese mundo. Lo importante debería ser su visión urbana a largo plazo. El equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo.
-¿Cree que el Parasol encaja en el Casco Histórico?
-Ignora justo el contexto donde está. Koolhaas lo decía con una frase muy expresiva: "Fuck the context". [Que se joda el entorno]. Mayer ha hecho lo mismo. Pero fue a la exposición del MoMA. "Oh, que maravillosos somos". A alguien le han vendido un coche sin motor. Resulta muy estúpido: en España hay muy buena arquitectura desde hace tiempo. Ustedes no necesitan al MoMA para dar sus bendiciones. Koolhaas jode el contexto, pero en el caso de Córdoba lo que jode es a la ciudad misma. Habría que preguntarle a su alcaldesa si está feliz con el resultado. A mí el contexto urbano de Córdoba me parece uno de los más sagrados de Europa. No sólo por la mezquita, sino por el río, sus meandros. Se parece a la India. A muchos amigos míos el proyecto de Mayer les causa risa por absurdo. Es un horror. Habría que reflexionar sobre lo que realmente necesita la ciudad, no hacer estas cosas porque sí. Hay es que aprender a reconocer la buena arquitectura cuando se produce y estar vigilantes ante los artificios y las manipulaciones. La gente quiere ciudades, no parques de atracciones.
-Sevilla tiene realmente sus problemas urbanos fuera del centro.
-Éste es un fenómeno común. Bohigas empezó a regenerar Barcelona a partir de los espacios públicos porque no puedes reducir la cultura de una ciudad a un único edificio. Es mucho más. Cuando fui a Bilbao, por ejemplo, me acerqué a Baracaldo a ver qué se había hecho tras la crisis industrial. Y había proyectos muy interesantes. Donde hay que mirar es a los barrios.
-Aquí casi todos los grandes proyectos están en el centro.
-Es lo más fácil. Pero la Torre Cajasol no será para la gente normal.
-Pelli dice que es pública porque habrá un restaurante en la cima.
-Ese argumento es insultante. No hay ningún rascacielos en el mundo que sea público.
-¿Qué pueden hacer los ciudadanos ante este tipo de proyectos?
-La gente debe ser crítica con sus políticos y no aceptar el discurso dominante.
-Usted, ¿donde vive?
-En Lot, cerca de Cahors (Francia). En el campo. Yo miro la ciudad desde fuera. Voy y vengo. Pienso, de todas formas, que es el sitio donde el futuro se crea y el pasado se renueva. Aunque pagas un alto precio en presión y conflictos por vivir en ella. Sevilla aún está a tiempo de evitarlo si hace un debate serio -con información y sin urgencias- sobre cómo ve su propio futuro.