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El Ojo de Sevilla

05 julio 2007

Hacía tiempo que no escribía. He tenido una de las semanas más estresantes de mi vida. Pero ya se acabó. Ya dispongo de algunos ratillos, pocos, pero suficientes. Y en uno de esos ratillos entré en un blog donde leí una entrada bastante especial. Es una gran crítica a Sevilla. Hecha desde el más puro amor a la ciudad. Estoy convencido de que su autora no pudo dejar de emocionarse al escribirla. Convencido de que al tiempo que la escribía, maldecía y se emocionaba. Quizá no, pero así lo veo yo. Os dejo con su entrada y con su dirección: mirandoalinfinito.blogspot.com

El embrujo de Sevilla

Hace mucho, mucho tiempo, cuando España no era un pequeño país decadente y ridículo, sino un imperio que extendía su poderío a lo largo y ancho del planeta, hubo una ciudad que, envalentonada y orgullosa, se atrevió a proclamar su majestad por encima de las ciudades del mundo. "Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla", rezaban los grabados de entonces. Sabiéndose hermosa, tornóse vanidosa y presumida. Sabiéndose rica, pretendió ser poderosa. Sabiéndose útil, creyóse indispensable. Y así, mientras rozaba su gloria con las yemas de los dedos, Sevilla fue maldita para siempre, quedando atrapada en su sueño de esplendor; ciega ante el mundo, no pudo volver a abrir los ojos. Así se forjó su leyenda. Tan grande fue la caída desde su desierta cumbre, que quedó inerte y desprotegida. Fue entonces cuando sucumbió ante el encantamiento de dos brujas: una flamenca, pero de Flandes; otra española, pero de más allá del mar. La ciudad que había sido impulso y amparo de la cultura, reina de las artes y princesa de las letras; la ciudad que engendró a Diego Velázquez y Lope de Rueda, que alentó a Miguel de Cervantes, quedó encadenada a su martirio flamenco y todavía hoy ésa es su única diversión: mirarse al espejo mientras canta y baila. Empachada de sí misma, apenas le queda agilidad para moverse y desafina. No le importa no saber dar a luz una creación ni carecer de criterio para apreciarla y eso la hace aún más mezquina y bajuna, faltando al respeto al verdadero arte. La ciudad que durante siglos había abierto sus brazos al mundo, uniendo continentes, demostró que sólo actuaba movida por la fascinación que sobre ella ejercía el preciado metal, que terminó por dar nombre a una torre de arena y paja. Sevilla hundió sus naves ante las costas americanas y desde entonces no ha vuelto a salir a mar abierto. Por eso el aire cerril y provinciano. Por rencor no acepta nada de lo que venga de fuera, como amante despechada que renuncia al amor. Sevilla hoy no es sombra de lo que fue, es el resultado de la regla matemática de sumar las miserias personales de sus habitantes a lo largo de 500 años. El embrujo de Sevilla es una maldición que la hace aburrida, caprichosa, estéril, intolerante y soberbia; que la llena de prejuicios y la convierte en esperpento. Sevilla, que podría ser hoy una anciana dama, elegante señora de su pequeño paraíso, no es más que una vieja que aún sueña, con cara embobada y ojos de lluvia, la lejana belleza de su juventud; una vieja que vive rodeada de gatos -gordos, lentos y castrados- que sólo se le acercan para comer.


4 Comments:

Blogger umla2001 said...

Gracias por la referencia y por la entrada. No me molesta en absoluto; al contrario. Me alegro de que te haya gustado. Y algo de razón tienes en tu reflexión sobre el proceso de escritura.

Saludos y pásate por el blog cuando quieras.

jueves, 05 julio, 2007

 
Blogger el aguaó said...

Los que amamos a Sevilla, la criticamos cuando hace falta porque nos duele. Si salimos al exterior que no la toquen ni la tosan, pero nosotros sabemos lo que hay. Tanto malo como bueno.

Un abrazo.

jueves, 05 julio, 2007

 
Blogger Híspalis said...

me ha gustado dicho artículo por su sinceridad y cierto dolor que parece haber aparecido en su escritura; en cuanto a su contenido, no estoy de acuerdo con la autora. Sevilla está pasando momentos dificiles y complicados pero no por ello tengamos que tacharla de vieja que se mira al espejo de su juventud. Cierto es que esa juventud fue la que la llevó a una época de oro pero no hay que olvidar que el duende sigue habitando en Sevilla en cada rincón, bar, casa...etc. Para mí Sevilla puede ser una vieja, de acuerdo, pero con mucha cultura, esbelta, orgullosa de toda una vida vivida, feliz, y muy pero que muy bonita... No confundamos unas cosas con otras por favor.

Por otra parte, ya era hora que este blogero apareciese, se le echaba de menos por estos foros. Bienvenido seas una vez más.

viernes, 06 julio, 2007

 
Blogger El Ojo de Sevilla said...

Conforta saber que uno le echan en falta. ¡Gracias! La verdad es que ha sido una semana de locos. Pero bueno, ya vuelvo a tener mis ratillos.
En cuanto al artículo, bueno, ciertamente es quizá un poco pesimista, pero no deja de tener un trasfondo de realidad, sobretodo en lo social. Pero confieso que me atrajo muchísimo su expresión...

viernes, 06 julio, 2007

 

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